Julián Graciano
del mayor guitarrista de la historia del tango. Con solo percibir el empleo del plectro (la llamada púa de guitarra en nuestro canyengue) descubrimos un sonido y estilo tan particular que terminó por deslumbrar a todos. Pero si decimos bastaría, en potencial, es que nos debemos mucho más: suele decirse del gran Aníbal Troilo que su música y sus orquestas son la gran marca de la época de oro del tango por el tamiz implacable que produjeron los arreglos de Astor Piazzolla, la sociedad cuasi autoral con Julián Plaza, o las voces de Fiorentino, Ruiz, Marino o Tito Reyes. Pero para Pichuco Troilo no hay encuentro más fructífero y certero que el producido a partir de 1953 con el dúo integrado con Roberto Grela, quien le permitió mostrar su impronta más transparente, más espontánea, sostenida por semejante guitarra. Esta dupla se continuó luego en cuarteto y, de una u otra fórmula, nos dejaron algunas de las grabaciones más cruciales para entender y apreciar el género del tango. Como si fuera poco, recordemos que fue también un gran alfil de Leopoldo Federico, que acompañó los mejores cantantes de la época como Nelly Omar, Jorge Vidal o Edmundo Rivero entre tantísimos más, o que fue casi un sinónimo del emblemático Caño 14 de la Calle Uruguay, por donde el tango pareciera constituir su domicilio legal.En el trípode Guitarra Grela Tango, no parece fácil hablar de intersección. Casi que hablamos de la misma cosa. Hoy por suerte, un ya profundo estudioso del tango de todos los tiempos y reconocido artista de nuestro siglo como Julián Graciano nos trae un libro extraordinario, que, considerando la presencia actual de Grela y su estilo en el género, se transforma no solo en una novedad editorial sino también artística. El aprendizaje al que nos invita Roberto Grela a diario es inabarcable. Pero con seguridad, este trabajo es el mejor punto de partida.