Diles que no nos vean

Si la escritura es siempre un espacio de búsqueda y exploración, el primer territorio ganado por Marcia Ramos está en la minificción poética y narrativa. Es entre estos dos registros que la escritora se mueve con grácil habilidad para contarnos historias de amor y muerte, binomio imperativo en su literatura. Poeta que es narradora, consigue que el efecto visual, en varias de las breves narraciones, tienda a mostrar su mejor capacidad para la síntesis poética. Mientras que la narradora, que también es poeta, hace gala del buen manejo de los desenlaces fatales y reveladores. No obstante todos los empeños creativos, la brújula de sus exploraciones la conduce siempre, de manera determinada, hacia la narración. En tal vaivén, entre construcción de la imagen y la configuración de la historia, es desde el que Marcia ha delimitado prontamente su espacio propio como creadora.En los más de cincuenta relatos aquí presentes, la minificción se revela sin lugar a dudas como el género sobre el cual la escritora trabaja aún, en un segundo volumen, su proyecto de escritura. Sin dejar todavía de lado la forma y la contundencia de la brevedad ya conquistadas, en algunos momentos de este nuevo libro se deja ver el inicio de nuevas rutas exploratorias hacia el texto de mayor extensión y al uso del diálogo para la construcción de los personajes. La entrega de un segundo libro de minificciones parece decirnos que, en efecto, hay una habilidad ganada escrituralmente y que por medio de ésta se mantendrá en vilo mucho de lo que aún está pendiente de ser contado.Historias de amor y muerte trazan la segunda ruta exploratoria de este libro. Temáticamente nos encontramos con la construcción de dos grandes motivaciones: el asesinato y el enamoramiento. Criminales y enamorados se presentan en situaciones muy imaginativas que evitan ser abordadas desde la sencillez y la cotidianidad. En estas historias ningún personaje será un vecino común. Todo lo contrario, sus protagonistas se revelarán cual demonios que disfrutan despojarse de la piel, para mostrarnos su estado suprahumano. Desde esa posición, que en muchas de las historias provoca verdadero espanto, la autora nos incita a asomarnos a abismos que para nuestra suerte se presentan como pesadillas breves en breves relatos.Congruente con el contexto en el que han surgido las jóvenes escrituras latinoamericanas del nuevo siglo, la violencia es una materia que recorre de manera transversal a estos textos. Pero sus formas no son explícitas. Son más bien los efectos y las motivaciones de la violencia los que se narran y, en los casos más afortunados, se personifican de maneras muy creíbles.La violencia no es representada como una serie de acciones; la violencia es un asesino que cavila o una víctima que lamenta sobre sus heridas.Cualquier lector formado en los tiempos y ritmos digitales encontrará, en la abundancia de historias escritas por Marcia Ramos, una correspondencia con las formas de la inmediatez informativa: múltiples historias que se suceden vertiginosamente unas a otras y que parecen ser el resultado de las variaciones sobre dos o tres motivos universales. Acaso la proliferación de minificciones como proyecto escritural sea la repetición de todos los intentos por nombrar un solo miedo o un solo anhelo hasta ahora indecible. Esas variaciones, como lo demuestra la autora en este segundo libro, señalan las posibilidades creativas que proyecta la escritura de lo breve hacia el infinito. 10